Colaboraciones

Charlas de Taberna | Por Marcos H. Valerio | ¡Las batallas en las tumbas!

Dicen los que saben: «lo que bien se vive, nunca se olvida».

Cómo no recordar aquella época dorada, cuando lo mismo daba jugarse el todo por una novia o ganar la reta de coladeritas, lo que sin duda no era un simple juego, ya que dejábamos en el asfalto de Las Tumbas, el pundonor, la enjundia, el sudor y hasta lágrimas con tal de demostrar que éramos los mejores.

Cómo olvidar aquellos años, al finalizar la década de los 80, cuando decían que “a la Prepa 5 es fácil entrar, pero difícil salir…”

Algunos nos decían que estábamos poseídos por el demonio o que teníamos un pacto con el diablo, pues nadie nos ganaba en las cascaritas de fútbol.

Cómo no añorar aquella adolescencia, la cual disfrutamos cada segundo y minuto que pasamos en aquel Centro Vacacional de Coapa, como le llamábamos. Cuando estábamos ansiosos por que llegara la quema del burro o las porras de Chicos malos, de Alfalfa, vacas y…, El Goya, cachún,… que eran el llamado para ir de compras y pintar las bardas.

El Gervas, El Pelos, El Che, El Escara, El Capulina, El Boris, El Poderoso, El Cuic, El Vale, El Polo Polo, El Cerdo, El Joven Juárez, El Jiuy, El Marro, El Marrito, El Espiga, El Erick, La Garfiel, El Pulpo, El Juanito, El Gansito, El Santa Ana y otros más que forjaron grandes anécdotas en la Facultad de Coapa.

En Las Tumbas éramos invencibles, casi nadie nos ganaba en las coladeritas, y aquel que algún día lo hizo, en la revancha era goleado.

Cómo olvidar aquel torneo de fútbol rápido en el gimnasio -en 1987-, donde por primera vez jugamos juntos, de hecho, no nos conocíamos y el equipo del Fachas y El Pollo nos goleó 15 a 1.

Pasó un año y por fin tuvimos la revancha, ahora nos entendíamos perfectamente, les ganamos 11 a cero. Salimos con la frente en alto, pues desde ese momento éramos los mejores.

El Pollo, líder del otro equipo, al final comentó: «no cabe duda que todo lo bueno se acaba», a lo que contestaba El Espiga “los triunfos son pasajeros”.

O cuando la selección de la Preparatoria fue a Las Tumbas a retarnos y también se llevó su goliza.

Inolvidables aquellas batallas con el equipo de Los Gemelos, que para ser sinceros nunca supimos cuál de los dos grupos era el líder, ya que en algunos encuentros ellos nos ganaban y, en otras ocasiones, nosotros nos llevábamos la victoria. Eran encuentros muy cerrados, de mucho roce.

Quien parecía bailarina en el trato del balón era El Gervas, un personaje esbelto, el que movía los hilos finos en los encuentros, el que ponía el talento, era una delicia para la vista ver cómo trataba al esférico. Quien además «pedía prestado y no pagaba”.

El Poderoso era sin duda el poder del equipo, pues su obeso pero fuerte cuerpo hacía al grupo más potente, eso sí, no podía ver pasar a una compañera con falda por que gritaba piropos grotescos. Era de los cuates que no le gustaba el trago, le encantaba… y si era ron blanco, mejor.

Otro individuo regordete era El Capulina, soñador -el gremio lo comparaba con Julio Verne-, siempre quería jugar en las cascaritas, lo hacía con su suéter amarillo huevo que en tres años nunca se lo quitó, aun sudando a chorros y haciendo mucho calor. ¡Ah!, además se sentía un símbolo sexual.

Cómo olvidar al Pelos, aquel personaje con unos raros anteojos, sincero, esbelto, incansable en el juego, de escasa técnica, pero con muchas ganas de hacer bien las cosas y de los pocos cuates que en ocasiones se ponían a estudiar.

Recuerdo un día que andaba pidiendo prestado para corromper a su profesor de matemáticas y al no conseguir todo lo que le pedía, le tuvo que dar también su reloj al catedrático.

El Boris era un adolescente con liderazgo, quien se la pasaba gritando y mofándose de todos, ya que su diversión era ver jugar a la banda, era prosaico con las estudiantes que llevaban falda, además, le gustaba invitar las chelas y las tortugas.

El Che, otro individuo que siempre estaba sentado, con un libro distinto bajo el brazo cada día, que por cierto nunca lo vimos que los leyera, fue miembro del ya desaparecido CEU, con ideas marxistas combinadas con no se qué, lo cual lo convertía en una especie de intelectualoile tercermundista, pero al final, de los grandes cuates pese a su rara ideología. Y decía que la banda no lo comprendía debido a “sus mentes cerradas”.

Dicen los que saben «que la historia la hacen los valientes, los ambiciosos», y una persona con estos dotes era El Escara, de quien decía la banda, no era feo, estaba horrible, pero era una fiera en las coladeritas.

Cómo olvidar el día que se casó, -aun estudiante preparatoriano-, que nos sentó en la mesa principal y su hermana muy amablemente nos preguntó: “si nos servía una copita”.

A lo que su padre respondió: “Pues que no conoces a tu hermano, con ellos es con los que se emborracha, sírveles en abundancia”.

El Erick, otro soñador igual que El Capulina, un personaje muy raro, parecía que ocultaba algo, que estaba resentido con el mundo, en otras ocasiones, era muy extremista, era muy lento para pensar y jugar fútbol.

Su hermana, La Garfiel era la única mujer de la banda. Reservada, hablaba pestes de todos, pero siempre estaba con nosotros, de hecho, nunca le conocimos otros amigos.

Los Marros eran también un par de hermanos, muy parecidos en su comportamiento, comentábamos que «ellos no disparaban ni en defensa propia», de allí el mote del Marro y El Marrito.

Durante las cascaritas, El Gervas constantemente le gritaba al Marrito, pues le decía que tenía «espinillas de tabla».

Otro gran amigo que conocimos en sexto año era Polo Polo: serio, lo cual, lo hacía ver como gente estudiosa, siempre con sus pantalones de rambo y comentando sus anécdotas de fin de semana, pues él era «niño explorador», era el valuarte para los extraordinarios de inglés, ya que a varios nos presentó exámenes, eso sí, tomando siempre ron blanco.

El Joven Juárez, -amigo del Che-, era un individuo extraño, por cierto, nunca lo vimos correr ni para ir a inscribir sus tantos extraordinarios, siempre llegaba con una fruta en mano, con su mochila café que parecía eterna, pues en tres años siempre llevó la misma, con cara de preocupado, solidario y también como Polo Polo hacía como que estudiaba.

Otro espécimen raro era El Cuic. Los primeros días se vestía muy fresa, siempre cargaba una carpeta vieja, sin duda de los más simpáticos, con chispa para hacer reír al gremio, era líder de un grupo estudiantil que por cierto tenía pocos miembros.

Uno de sus pasatiempos era pintar las bardas aledañas del Centro Vacacional Coapa, algún día llegamos a pensar que «amaba» al Che, pero no, son sólo grandes cuates.

El Max o El Cerdo, un individuo alburero, le gustaba mucho hacer sufrir al Capulina, quizá el más haragán de todos, pero también siempre hacía reír a la banda. Junto con El Jiuy, otro personaje regordete eran el terror de las Tumbas.

Dice la Biblia que “hay que predicar con el ejemplo” y El Gordo hacía caso omiso a este mandato. Recuerdo cuando entramos a sexto año que llegó el primer viernes social, y Polo Polo sacó el ron blanco, El Gordo, indignado, lo reprimía, y en su regaño le decía: “no hagas eso, te va ser daño. Qué le ves a esa cosa”.

Polo Polo sólo reía y a la vez le invitaba un trago. No pasó más de seis meses y todos los viernes El Gordo era el primero en hacer la vaca para ir por el pomo. Después de algunos años supimos que invitaba los tragos en la Facultad de Derecho, donde por cierto concluyó con honores.

El Vale, otro de los que se creían grandes conocedores del fútbol y atletismo. Sin duda era el ancla del equipo, aquel al que le confiábamos la defensa al momento de jugar.

En fin. Ya han pasado más de 30 años y todos ellos, que en promedio cada uno presentó 25 exámenes extraordinarios, formó parte de la historia de La Facultad de Coapa, en un momento, en un periodo de su adolescencia, en un lugar donde crecieron, donde sus vidas se cruzaron y las llenaron de anhelos, frustraciones y solidaridad.

Gozaron, maduraron, sufrieron, hasta lloraron y se embriagaron al saber el resultado de una materia o quizá por el fracaso del que sin duda fue su primer amor.

Fueron «el alma de un recinto del saber», como ahora lo son otras generaciones, en esas paredes se incrustaron grandes recuerdos que nunca desaparecerán, de estos adolescentes que sólo pensaban en jugar la cáscara, en pasar las materias como fuera.

Ellos sufrían en los extraordinarios, se aconsejaban para hacer un acordeón o falsificar una credencial para que un cachirul les presentara su examen, en corromper a algún profesor para que los aprobara.

Todos comprendieron la vida y cambiaron positivamente. Reaccionaron y maduraron en el momento preciso y ahora son excelentes ciudadanos.

Ejemplos: El Che es actualmente un destacado reportero gráfico; Polo Polo, un extraordinario profesor de inglés; El Poderoso, un genio en la materia cibernética; El Joven Juárez es veterinario y un gran hombre de negocios; El Gordo, un exitoso abogado; El Pelos es un intelectual, conocedor en filosofía y administración; El Boris y El Capulina son excelentes comerciantes; El Vale, con varios años en Comunicación Social; El Cuic, un gran reportero y, El Escara, un guardián del orden; por nombrar algunos.

Sin temor a equivocarme todos gozaron, recuerdan con agrado y añoran su estancia en la Prepa 5.

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