Colaboraciones

Charlas de Taberna | Por Marcos H. Valerio | Pésima experiencia convivir con migrantes

Isa Robles, dentista y asistente social, fue enviada por parte del Gobierno de la Ciudad de México al deportivo Magdalena Mixhuca para realizar limpiezas dentales a los migrantes centroamericanos que vienen en caravana.

Además de la atención dental, expone, hay otras personas brindando apoyo psicológico, médico y legal. Incluso, el Gobierno les otorga una tarjeta enmicada donde se les explican sus derechos.

Ella observaba maravillada el gesto humanitario de los mexicanos, pero de pronto, todo fue desvaneciendo. No tardaron en aparecer actitudes vandálicas y exigencias sin modales.

Isa se define como una dentista con ética y asegura que siempre se dirige con respeto a sus pacientes, sin embargo, en esta ocasión trabajó con temor y precaución. Aclara, desde luego, que no es xenofóbica, ni rechaza a los indigentes.

– Al llegar al deportivo noté suciedad por todas partes, la muchedumbre tiraba la basura en el piso, olía a marihuana y resistol, ese que usan para drogarse. La escena fue, para mí, un tanto traumática.

Recuerdo que bajábamos el material dental en bolsas negras de plástico. De inmediato, la gente empezó a rodearnos y preguntaba qué regalábamos. Cuando les respondimos que se trataba de un servicio que les íbamos a otorgar se retiraban decepcionados y molestos. Algunos hasta nos insultaban.

Otros, exigían pasta dental y cepillos para higiene bucal. Pronto me percaté que los intercambiaban por cigarros.

Durante mi estancia en el albergue noté que su andar no era de aquel migrante que va en busca de mejorar su bienestar, pues se comportaban como si estuvieran de vacaciones en algún balneario: las mujeres enseñaban panza, los hombres paseaban con el pecho desnudo y todos, sin excepción, usaban chanclas.

Algunos comentaban que se quedarían en suelo mexicano más tiempo de lo planeado, pues se encontraron con la gallina de los huevos de oro, es decir, con autoridades paternalistas que les proveía todo lo necesario.

Reitero que no soy xenofóbica, sin embargo, resulta difícil para cualquier persona tolerar las faltas de educación, las cuales eran evidentes. Los migrantes escupían, se acostaban y se hacían del baño en el lugar donde les exigía su necesidad fisiológica.

Y por si eso fuera poco, gritaban piropos cada vez que una mujer atravesaba o pasaba cerca del deportivo. Exigían a diestra y siniestra, sin embargo, olvidaban la palabra mágica: gracias.

Bajo una carpa arrumbaban la ropa donada, la mayoría nueva, sin embargo, eso les importaba, ellos pedían “tenis nai (nike)”.

De la comida, ni qué decir. Desechan los alimentos que se les da. Prefieren comprar pizzas, tacos o comida corrida donde se les da precio especial por ser migrante.

En una ocasión me tocó ver a un señor mexicano en situación de calle pidiendo alimentos que ellos no querían, decía que no había comido en varios días. Las autoridades se lo negaron.

A dos de mis compañeros les robaron material dental, pues los migrantes se metieron a la carpa y sacaron dos bolsas con cavitrones, guantes y piezas de baja velocidad. Metros atrás dejaron las bolsas destruidas, las cajas rotas, todo deshecho. A un costado, donde yo brindaba el servicio, fueron a defecar.

Pienso que todo el apoyo que ofrece el gobierno y la población civil es de buena fe, con la intención de ayudar. Sin embargo, a ellos no les importa el esfuerzo y los gastos que implican, sólo quieren más y lo exigen.

Lo único que hacen es drogarse, emborracharse, jugar cartas y sentirse en vacaciones.

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