Colaboraciones

El Waterloo de las Fuerzas Políticas y la Recomposición Institucional | Esteban Ángeles Cerón

La Nación reclama de sus fuerzas políticas el análisis profundo de los temas torales tratados en las campañas, así como un serio proceso de autocrítica y reflexión sustantiva, que discuta en forma seria su organización y funcionamiento. De no hacerlo, empañarán el desarrollo político, económico, social y cultural del país.

Es obligado enfocar el análisis a una recomposición de los partidos políticos para que sean oposiciones responsables y garanticen un efectivo sistema de pesos y contrapesos al ejercicio del nuevo gobierno.

El tamaño del triunfo o de la derrota no nos alecciona per se. Empero, es importante considerar objetivamente las condiciones que explican el desenlace electoral, del pasado domingo 1º de julio, al respecto se ha insistido que el voto osciló entre el castigo y el rencor.

El castigo a los partidos por su anquilosamiento, incapacidad de conducción social, y prácticas de exclusión, debilitó y erosionó la credibilidad del tejido social, creando una reacción de atomización, enojo y hartazgo, nunca antes vista.

La descomposición de los partidos políticos los ha inhabilitado como conductores sociales, porque se han aburguesado, al grado de constituir maquinarias sórdidas carentes de valor ideológico, cuyos estragos son directamente proporcionales al grado de pauperización y subdesarrollo político que viven las instituciones y los ciudadanos, creando un síndrome de “aislacionismo político” sin precedentes.

El rencor se gestó en la inconcreción de la tarea pública, la carencia de oportunidades sociales y el resquebrajamiento de la estabilidad sistémica, que se evidencia en la corrupción, impunidad, inseguridad, delincuencia, pobreza, desigualdad y en el extravío del rumbo de la Nación.

El marasmo de los partidos políticos se sustenta en la incapacidad de renovar sus prácticas de conducción social, que nulifican la fuerza ciudadana; en la verticalidad de sus prácticas políticas, que restringe el acceso al poder y a la toma de decisiones; en la corrupción; y en la negación del poder a sus bases militantes.

Estas razones son básicas para entender que hoy, la izquierda entra al poder como cuchillo en mantequilla.

¿Qué debe hacer la oposición ante esta nueva realidad política?

Los partidos de oposición deben evitar el riesgo de convertirse en comparsas, al no contar con piezas para mover en el ajedrez político. Tienen que volver a los principios básicos de la virtud política, aquella que construye instituciones desde la corresponsabilidad de abajo hacia arriba; que refuncionaliza las estructuras partidistas y hace del sistema político, un espacio público y en público, permitiendo que el ciudadano, desde la cultura cívica, edifique la toma de decisiones del quehacer gubernamental.

Por su parte, la inteligencia social debe custodiar que las acciones del ejercicio de gobierno, se encausen a cambiar la naturaleza del régimen político como fue comprometido, y a que la responsabilidad del poder, se oriente al cumplimiento programático y de las metas país, del nuevo Proyecto de Nación.

Debe advertirse que un sistema presidencialista como el nuestro, requiere de un Ejecutivo fuerte. Sin embargo, el desenlace electoral no sólo acabó con los gobiernos divididos sino que le dio al triunfador, la capacidad de controlar las Cámaras del Congreso de la Unión, los Congresos Locales, las Gubernaturas, y los gobiernos municipales, lo que marca en los hechos la concentración del poder en el Titular del Estado Mexicano.

A pesar de los múltiples avisos de que el sistema está caducado y que no es un club de amigos, con más de treinta millones de votos los electores reprobaron a sus élites partidistas.

En este escenario, es impostergable una reforma sistémica que genere pedagogía política, para que los ciudadanos no deambulen en la conciencia ciega y acrítica que ha primado, y evite que el castigo y el rencor sean la explicación lineal del escenario público, para que primen la inteligencia social e institucional, ante los supremos intereses de la Nación y no sólo sea una cuestión de víctimas y villanos.

Es necesario combatir el empobrecimiento y subdesarrollo político en el que nos encontramos. El deber de los partidos políticos y fuerzas de oposición, es asumir la responsabilidad ante la derrota electoral, pero mucho más importante, empezar a construir los espacios que la ciudadanía perdió ante su anquilosamiento y generar una conducción de vanguardia, centrada en la horizontalidad y asociativismo ciudadano.

El análisis crítico de esta coyuntura histórica debe servir para redoblar esfuerzos responsables y hacer de la cultura cívica el conductor de una nueva conciencia ciudadana, frente al poder y al funcionamiento político del orden sistémico.

Desterrar las prácticas de la vieja política que se hacen desde el escritorio y al margen de la participación corresponsable de la ciudadanía, es el imperativo para una oposición responsable, cuyos actores políticos y sociales trabajen, creando los espacios y mecanismos para que la cultura cívica abra paso a nuevas estructuras ciudadanas, como un Instituto de Cultura Cívica (ICC), que permita erigir a la ciudadanía como contrapeso salubre del ejercicio de gobierno, condición lógica e indispensable para afrontar los retos de esta nueva era de nuestra patria.

El duque de Wellington, refiriéndose a la gran batalla de Waterloo, donde Napoleón fue derrotado, señaló: “…la historia de una batalla es como la historia de un baile. Algunos pueden recordar todos los pequeños detalles cuyo gran resultado es la batalla ganada o perdida, pero nadie puede recordar el orden o el momento exacto en que han ocurrido y es precisamente esto lo que marca la diferencia”.

Hoy, que una parte de la clase política ha experimentado su Waterloo, debe entenderse que la democracia es una arena política, donde las batallas se ganan o se pierden, pero en ellas nunca se debe olvidar ni obviar la voluntad del pueblo, porque ello es el presagio de la derrota de la contienda política.

Agenda

  • La ciudadanía ha dado una muestra de educación cívica ejemplar en la jornada electoral de nuestro país, al emitir el sufragio libre, secreto, directo y universal, que ha permitido renovar los poderes públicos en paz y armonía y dar paso a un gobierno de alternancia política, lo que evidencia la fortaleza democrática de nuestras instituciones.
  • Se reunieron en Palacio Nacional el Presidente Enrique Peña Nieto y el virtual Presidente Electo Andrés Manuel López Obrador, para trazar los términos de la transición del mando político y administrativo del Estado.
  • En una reunión que ha dado tranquilidad y solidez a los mercados financieros, el Lic. Andrés Manuel López Obrador, estrechó los lazos de cooperación con el sector empresarial, el cuál refrendó su compromiso con el nuevo gobierno para el desarrollo del país.
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